algunas cosas nunca cambian...

Te voy a contar una linda historia
De una mujer enamorada de unas palabras.
Cual prado a la rosa un escritor
Entregaba prosas de amor
A una mujer maravillosa.
Cada palabra unida conformaba
Un sentimiento que se clavaba profundamente
En el corazón, destruyendo toda posibilidad
De tener algún sentido o alguna razón.
Si mirabas con los ojos del alma
Te podías dar cuenta que no eran solo líneas
Que unían unas cuantas letras escritas
Con tinta color sangre. Era la propia sangre
Del poeta que te regalaba en cada carta
Un palpitar incalculable de amor inimaginable.
Si se pudiera expresar el paraíso en flor,
Este poeta era capaz de interpretar
Un simple papel en un papiro milenario de amor.
Los días pasaban y la bella enamorada, no podía
Dejar de leer esas cartas de amor
Que tanta ilusión le entregaban.
Nunca imaginano que el poeta,
Debido a tantas letras
Que nacían de su sangre, se iba volviendo
Débil hasta llegar un día a ser ángel.
Pasado el tiempo las cartas de amor cesaron
La bella enamorada fue muriendo lentamente
De pena y de lagrimas que mojaron los poemas
Formando Rocíos de luna llena,
Entre la unión de sangre y lágrimas de pena.
La bella enamorada no pudo aguantar
Que su amor se desvaneciere y muriendo
Cayó al suelo junto a un rosal en la pradera.
Desde aquel día si miras al cielo
De noche veras que las estrellas son
Estrofas incontables de Poemas,
Que el poeta siendo ángel,
A su amada le seguía escribiendo
Como alma en condena.
Lo triste es que la enamorada
Nunca supo ver con los ojos del alma
Y desde ese mismo minuto de muerte,
Es cuando nacen los rocíos de luna llena,
Que son lágrimas de pena de una bella doncella
Enamorada de unas palabras
Escritas en tinta sangre por un poeta loco
Dueño de las estrellas.

Marco Antonio Oviedo.